¿De qué nos sirve…? - Domingo 22 del Tiempo Ordinario (A)


¿De qué nos sirve ganar el mundo entero si perdemos nuestra alma?... Discernir la pregunta no es fácil, porque implica hacernos conscientes de nuestra humanidad y disponerla para seguir la voluntad de Dios. Esa es la pregunta crucial para Jesús, porque la finitud de nuestra existencia se concreta en el discernimiento de dónde invertir nuestras fuerzas, deseos, anhelos, pasiones… nuestro amor. 

El anuncio que Jesús hace a sus discípulos de su pasión y muerte es clave, porque les está diciendo que no solo basta con renunciar a sí mismos, sino que deben tomar la cruz y seguirlo. Les enseña que, para ganar la vida y vivir a profundidad en y desde el amor, es necesario perderla. 

Ante esta perspectiva de sufrimiento y posible muerte, nuestra primera reacción, como sucedió a Pedro, es el miedo y rechazo del dolor, pero Jesús nos invita a ir más allá; a dar la vida por amor, porque sabe que esa entrega no es en vano, sino camino de resurrección.

Es esta vida resucitada la que Jesús nos ofrece. Él quiere nuestra salvación. Pero esto no significa desentenderse del mundo, sino liberarnos de las falsas esperanzas y amores que propone el mundo. Así, la pregunta que Jesús añade es consecuente con esta lógica: ¿Qué obra podríamos hacer para recuperar nuestra vida?… Simplemente dejar a Dios ser Dios, amar lo que pide y desear lo que promete, que sea Él el sentido de nuestro amar y servir. 

Además de las acciones que sean frutos de verdaderos discernimientos, nuestra vida debe ser consecuente con el seguimiento de la cruz de Jesús: jugarnos la vida por algo que valga la pena. El nos ofrece la Vida y no quiere que nos conformemos con deseos cómodos, satisfacciones vanas y bellezas efímeras; sino que vivamos una auténtica conversión al amor, la esperanza y la libertad. Es un salto de fe que nos permite darlo todo al modo de Jesús, asumiendo el riesgo de la vida por acciones encaminadas por Reino de Dios.


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Mapi Cerdeña 

Gerardo Aguilar, SJ

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