Recuperando el sabor del Amor


Todas las generaciones cristianas se encuentran en alguna ocasión con la pregunta sobre ¿cómo vivir con mayor hondura el Evangelio? La respuesta la encontramos resumida en dos mandamientos: amar a Dios y amar al prójimo como a uno mismo. La propuesta de Jesús invita a sumergirnos en la realidad del amor involucrando todo nuestro ser, nuestro corazón, nuestra alma y nuestro espíritu. 

Los dos mandamientos no guardan proporción, sino relación. ¡El amor es la relación que nos une a Dios y al prójimo! Concretar un modo de vida orientado por el amor implica aprender a reconocer la dignidad humana de nuestros hermanos; personas con rostro, nombre e historia. Por ello, en la lógica de Jesús, el amor siempre debe encarnarse en la realidad. Amamos a un Dios encarnado y creemos que, por medio de Jesús, el corazón de Dios se encarna en el nuestro, mostrándonos que su amor divino se hace realidad en medio de nuestros amores humanos. 

No hay amor a Dios, sin amor al prójimo. Ese es el único amor que libera. El proyecto de Jesús, enfocado en la manifestación del Reino, puso sus cimientos en y desde ese amor. El reinado del amor es una apuesta por dos mandamientos que nos recuerdan que el amor debe ponerse más en las obras que en las palabras, como decía San Ignacio [EE 230]. Vivir con mayor hondura el Evangelio es crear una cultura del amor, para trabajar en pro de la fraternidad universal.

La forma de recuperar el sabor del amor es apropiándonos de los dos mandamientos como uno solo, porque somos llamados a purificar nuestros afectos y deseos de una lógica que nos impone amar a muchos dioses desencarnados o amarnos simplemente a nosotros mismos. El amor no es una carga más, sino la invitación a entrar en sintonía con aquello que nos regala la plenitud, la verdad y vida.

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Mapi Cerdeña 

Gerardo Aguilar, SJ


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