En
el presente ensayo quiero sustentar que asumir una actitud de espera frente a
la vida permite desarrollar y aprovechar mejor las posibilidades que se
presenten en el diario vivir.
Para
ello quiero valerme de dos elementos que serán base en el ensayo, ambas ideas
las iré entretejiendo a medida avancemos, para encontrar un sentido pleno a la
actitud de espera que deseo proponer.
El
primero es un fragmento de Heráclito, que dice así: “Si no se espera lo
inesperado, no se le hallará, dado lo inhallable y difícil de acceder que es”
(Heráclito, 1986: §729).
Lo segundo es un acontecimiento muy particular en el mundo ajedrecístico:
En
1996 el Gran Maestro Gary Kasparov se enfrentó, en una partida de ajedrez, a
una Supercomputadora, desarrollada por IBM, llamada Deep Blue. Fue un encuentro
muy seguido a nivel mundial, porque en él se sopesaba la capacidad humana
versus el cálculo de una Supercomputadora.
Deep
Blue era capaz de calcular un promedio de 100 millones de posiciones por
segundo, es decir, que tenía “control” sobre su entorno, pero la mente humana
fue capaz de innovar, de crear, de verter algo inesperado sobre el tablero,
haciendo la diferencia en el duelo. Gary realizó movimientos pocos “ortodoxos”,
inesperados para la máquina. Deep Blue no pudo responder ante tal sorpresa,
perdiendo la serie (Cf. Fernández, 2004).
El
pensamiento humano nos permite practicar en la vida el juego de la realidad.
Realidad llena de muchas incógnitas, que poco a poco salen a la luz con atisbos
de desvelo. Pero es necesario asumir un modo de vida reflexivo y de espera para
no dejarse “ganar”.
La
frase de Heráclito, que tenemos como base, la dividiré en partes, para ir
reconstruyendo su sentido último.
Vamos
a comenzar por Lo inesperado. Por ello entendemos, lo que no se espera, no algo
imposible sino imprevisible. Capaz de aparecer en el momento más inoportuno, de
manera sorpresiva y especial. Rompiendo esquemas que no hemos sabido anticipar.
Lo
inesperado lo entiende Einstein como aquello que “se alza ante nosotros como un
enigma grande y eterno, pero accesible, en parte al menos, a la inspección y el
pensamiento” (Montes, 2011: 21). En verdad es un enigma lo inesperado pero es
ése nuestro garante de que no vamos a quedar varados en “la parquedad y la
poquedad de lo conocido” (p. 21).
Según
Montes (2011), “es propio de la naturaleza humana el desafío; buscar el saber y
penetrar lo desconocido” (p. 19). Pero muchas veces nos apropiamos de una
actitud floja, indiferente, irresponsable y despreocupada ante la vida, o lo
contrario, creemos tener el control de “todo”, como Deep Blue, y perdemos la
oportunidad de encontrar algo nuevo, por no estar a la espera de lo
imprevisible, dejando a los detalles pasar de largo en nuestras narices.
La
vida es una partida de ajedrez. Estamos en contantes retos y a medida
avanzamos, unos hacen un cálculo de ciertas posibilidades, otros simplemente
juegan sin estrategia alguna, incapaces de usar un método reflexivo, como
escasos a ese don maravilloso, el logos, un común universal del que todos estamos
dotados. A medida se desarrolla el juego de la vida, se nos plantean
situaciones en la cuales nos sometemos a la espera. A esperar lo inesperado, lo
desconocido, abriendo frente a nosotros un abanico de innovaciones, de
posibilidades fuera de lo ordinario.
Por
último, el castigo con que nos sentencia Heráclito: No se hallará. Mientras no
podamos ver más allá de lo que conocemos, no hallaremos el verdadero
conocimiento, el logos. No hay que olvidar que no todo el que espera encuentra
y no todo el que encuentra ha esperado. El encuentro aparece en situaciones y
acontecimientos que surgen en forma probabilística o al azar. Heráclito nos
diría el devenir de esta realidad cambiante (Cf. Mondolfo, 1959: 24).
En
el juego de ajedrez entre Kasparov y Deep Blue queda claro ese encuentro con lo
inesperado. Es el mejor ejemplo para suscitar en nosotros aptitudes y actitudes
mejores frente a esta vida. El jugar un papel como la máquina, con actitud fría
y calculadora, puede llenarnos de insolencia frente a la vida. Bloqueándonos a
los desconocido y haciéndolo “inexplorable e inaccesible” (Mondolfo, 1989:
317).
Mondolfo
(1989) sugiere que interpretemos la frase de Heráclito como un motivador de una
“Voluntad de creer” porque así podemos estar atentos a lo inesperado para poder
conocerlo, entenderlo y afrontarlo. Su fragmento §86 lo aclara: “Por
incredulidad huye el conocimiento” (p. 319). Heidel nos confirma esta
interpretación diciéndonos que Heráclito quiere exigir la esperanza más que
inhibirla (Cf. p. 320).
Como
conclusión, quiero parafrasear a Adrados (2003: 53 min) cuando comenta el
fragmento §729, nos habla que debemos asumir frente a la vida posición llena de
esperanza. Actitud que no es fácil, pero, que es el motor de los sabios.
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