El genio no es fruto de un día

Generalidades

Esta recensión desarrolla el contenido y las cualidades del libro: La Vida intelectual escrito por padre A. -D. Sertillanges. La obra analizadas sintetiza un cúmulo de materiales sobre enseñanza y predicación a lo largo de muchos años; sabiduría que enriquece al espíritu por medio de máximas, y que han sido vivenciadas a nivel intelectual por el autor. Una obra que puede clasificarse como un manual o guía para la incursión a los métodos del trabajo intelectual, por su valor espiritual, sus condiciones y sus métodos (Cf. Anatoli, 2012).
Este escrito fue publicado en 1920 -Originalmente escrita en francés y años más tarde traducida al castellano-. “Le bastó, pues, poco más de un mes para dar a luz esta criatura que llevaba en su interior desde hacía más de un «cuarto de siglo»” (Sertillanges, 1959: p. 7, 16-18), palabras que encontramos en el prefacio de la cuarta edición y que sintetizan la producción final.

El autor

Antonin-Dalmace Sertillanges, nacido en Clermont-Ferrand el 16 de noviembre 1863 y fallecido en Sallanches el 26 de julio de 1948, ingresó a los veinte años a la Orden Dominica donde recibió una formación filosófica y teológica que le facilitó contacto con los escritos de Santo Tomás de Aquino, más tarde sería uno de los máximos representantes del neo-tomismo de la primera mitad del siglo XX (Cf. El mundo y los libros, 2010). Dentro de sus materias de estudio encontramos dos autores principales: Blaise Pascal y Henri Bergson, sobre los que elaboró dos estudios, el primero Blaise Pascal (1941) y el segundo Henri Bergson et le son Catholicisme (1941). Sin embargo no son las únicas obras que publica, por mencionar algunas: Art et apologétique (1909), Recueillement (1935) y Rien o Dieu? (1933) (Cf. El mundo y los libros, 2010).
Las experiencias culturales, intelectuales, morales y éticas, que el padre Sertillanges gozó, le prepararon el terreno para construir su obra. Él mismo reconoce que: “Una obra no tiene este precio. Puede que el más mediocre dé con una idea, como un diamante en bruto o como una perla, pero lo más difícil es la talla de esa idea” (Sertillanges, 1959: p. 16, 32-34). Gracias a su preparación, como fino escultor de carrara, nos talla este libro que pasamos a analizar.

Estructura de la obra

Sertillanges organiza de manera acuciosa su obra, en capítulos y subcapítulos. Esta organización responde a una jerarquía mayor, la cual podemos clasificar en cuatro partes:
La primera, conformada por los capítulos I y II. Dispone al iniciante una actitud de paciencia para extraer el genio que lleva dentro (Cf. Sertillanges, 1959: p. 24,12-13), porque se necesita de continuos esfuerzos metódicos y recursos que dependen de uno mismo, fenómenos intelectuales y psicológicos. “El pensamiento nace en nosotros después de largos preparativos en los que la máquina corporal toda entera ha sido puesta en acción” (p. 41, 19-21). A este apartado le llamo Disposición.
La segunda, conformada por los capítulos III, IV y V. “Es necesario también disponer nuestra vida, en concordancia con su ambiente, sus obligaciones, sus relaciones y sus manifestaciones” (Sertillanges, 1959: p. 47, 3-5), la precisión para crear el clima donde va a trabajar el intelectual es muy importante -amigos, lugares, silencios, horarios, etc.- nuestro universo interior responde a los detalles más que a las minuciosidades (Cf. p. 90, 34-36). A este apartado le llamo Organización.
La tercera, conformada por los capítulos VI y VII. El espíritu de trabajo es clave, debemos poner lupa a nuestra atención para unificar los detalles para llegar a una síntesis de la verdad (Cf. p. 110, 20). “Que toda tarea te ocupe a fondo, como si fuese la única” (Sertillanges, 1959: p. 104, 8). No hay que olvidar que todas las metodologías externas, lecturas, notas y memoria, responde a un solo objetivo: “nuestro espíritu no se propone repetir, sino comprender, es decir, aprehender, absorver de una manera vital y, finalmente, pensar por sí mismo” (p. 130, 31-34). A este apartado le llamo Metodología.
La cuarta, conformada por los capítulos VIII y IX. Como trabajadores intelectuales ya formados requerimos las últimas virtudes para no caer en la mediocridad y la pereza. Estas son: la paciencia, la constancia y la perseverancia (Cf. Sertillanges, 1959: p. 163, 8-13). Esas “circunstancias extraen de nuestro fondo lo que también hubiese brotado espontáneamente, lo que se relaciona con nuestra visión habitual, lo que se desprende de nuestras meditaciones de todos los días” (p. 155, 20-23). Este apartado se cierra haciendo alusión a que los resultados tardan muchas veces, pero el verdadero “premio de una obra es el haberla realizado; el premio de un esfuerzo es el haber progresado” (p. 188, 24-25), el camino de la vida intelectual es un heroísmo para quien se atreve a vivir no solo haciendo ni solo pensando. A este apartado le llamo Coherencia.

Opinión personal

Para finalizar, Sertillanges es hijo de su tiempo y responde a los patrones de su sociedad, en la obra hay uno en especial: el machismo. El capítulo tres encierra, lamentablemente, este impase cuando señala “la misión de la esposa del intelectual” (p. 48, 33-34). Extrayendo este escuálido segmento del libro, he logrado encontrar una gran riqueza en cada una de sus máximas. De hecho su escorzo sobre el tema me animó a hacer un profundo estudio del libro, La vida intelectual, extrayendo el néctar de esta “breve y quizá excesivamente larga teoría de la vida intelectual” (Sertillanges, 1959: p. 189, 12-13).
La sapiencia que me queda es: quien inicia el recorrido del camino intelectual debe ser consciente que no es un fruto que nace espontáneamente, sino es el producto de un largo proceso. “La miel se hace a base de muchas flores” (Sertillanges, 1959: p. 127, 24-25). Al relacionar el fruto con la vida intelectual se crea una metáfora muy particular, dando a entender que tampoco la vida intelectual y los genios son productos espontáneos. Como intelectual en formación me siento llamado a consagrarme a la verdad, teniendo en cuenta que: “[h]ay que aguantar hasta el fin del viaje” (p. 170, 6) y que al sentirme terminado no quiere decir que esté acabado, es decir perfeccionado (Cf. p. 171, 29-30).
Sertillanges, A. -D. (1959). La vida intelectual. (3a ed) Barcelona: Editorial Estela, S.A.